La culpa es de D.I.S.N.E.I. by García de Saura

La culpa es de D.I.S.N.E.I. by García de Saura

autor:García de Saura
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2015-11-30T23:00:00+00:00


16

Fuentes va desabrochándome los botones de la camisa con garra; el sonido del botón al pasar por el ojal es cada vez más sonoro. Con toda probabilidad me arrancará alguno, aunque, en un momento así, poco me importa. Una vez abierta, y sin que ningún botón haya salido disparado, sus ojos se centran en mi sujetador de encaje color beige. «Con todas las opciones que tenía, he venido a elegir este conjunto», pienso mientras me observa. No es el más sexy que poseo, pero, bajo una prenda blanca en un look de día, era la mejor opción.

Sus retomados besos desvían rápidamente mi íntimo pensamiento e, invadida por su voraz lengua, bajo los brazos para dejar caer la camisa, de la que con acierto ha logrado despojarme.

Erizada por su roce, logro quitarle la camiseta por encima de la cabeza, y soy yo la que esta vez le observa a él. Hacía mucho tiempo que no estaba con nadie, pero ni en mis mejores sueños hubiera imaginado un cuerpo como el que Fuentes tiene. Sus musculosos hombros son la cumbre de sus torneados brazos; sus rígidos pechos son las deseables ventanas a las que poder asomarse; su escaso vello, que recorre el centro de su torso, es la manta a la que poder acariciar antes de acostarse, y sus marcados oblicuos, la carretera donde poder perderse.

—No te imaginas cuánto te deseo —me susurra mientras acaricio su parte desnuda.

Fuentes toma de nuevo mis labios con fuerza, haciéndome estallar de placer. Sus manos bajan hasta mi culo y, apretándolo con firmeza, acopla mi parte más íntima con la suya. El calor se torna abrasador, y sus ahogados gruñidos me calcinan.

Sus manos recorren mi cintura, y con pericia me desabrocha el pantalón y me lo baja hasta las rodillas. Su roce me enloquece y, sin dejar de besarlo, doy diestros movimientos alzando una y otra pierna, para intentar quitármelo, pero mis botas le impiden el paso. «¿No podía haber elegido una falda?», pienso mientras me peleo con el bajo de mis vaqueros. Viendo que mi danza no me llevará a ningún lado, intento con las manos desabrocharme los botines, mientras sigo surcando su boca con la mía, pero, al ser estrechos y tenerlos tan abajo, pierdo el equilibrio y me vuelco para un lado.

—¿Bailando una jota, Blanca? —pregunta al cogerme en el momento preciso, impidiendo que me caiga al suelo.

La risa nerviosa me salva del instante bochornoso y, agarrándome a él, consigo finalmente mi objetivo. Tras despojarme del vaquero, las botas y los antisexis calcetines tobilleros, me quedo de pie frente a él en ropa interior, temblando como la gelatina, a la espera de conocer su reacción.

—¿Te gusta lo que ves? —pregunto colocándome el pelo detrás de la oreja con un coqueto movimiento.

—Me gusta hasta lo que no veo —responde con una pícara sonrisa y unos ojos devoradores.

Esta vez me abraza con firmeza, y con auténtica pasión vuelve a besarme. Sus labios juegan con los míos y su lengua se trenza con la mía en perfecta armonía.



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